Voces Maestras: el proceso detrás de una película de animación
La animación española vive un momento de expansión internacional gracias a su talento creativo y técnico. Sin embargo, los grandes desafíos siguen siendo la consolidación de una industria sólida y la formación de productores ejecutivos capaces de retener la propiedad intelectual dentro del país
El programa Voces Maestras, del Proyecto Haz de RTVE Instituto, se adentra en el universo de la animación junto a nombres clave del sector como Iván Miñambres, Víctor López (productor ejecutivo de Pocoyó) y Paco Sáez, dibujante de storyboard y ganador de un Goya. A través de sus experiencias, descubrimos qué hace falta para levantar una película o serie animada y por qué España, pese a su enorme talento, aún lucha por consolidar su industria.
La animación: dar vida a los sueños
“La animación es magia, es ilusión”, afirma Iván Miñambres, productor con seis premios Goya. Desde su estudio en Bilbao, explica cómo un proyecto animado puede tardar más de dos años en completarse y llegar a involucrar a más de 150 personas. “El trabajo del productor es poner en marcha esa piedra gigante que es una película”, resume.
Cada detalle —colores, texturas, personajes y fondos— se construye desde cero, en un proceso artesanal que ha evolucionado desde los dibujos sobre papel hasta las tabletas digitales. Pero la esencia sigue siendo la misma: dar vida a lo que antes solo existía en la imaginación.
Del boceto al guion: el arte del Storyboard
Para Paco Sáez, el storyboard es “la base de cualquier proyecto audiovisual”. Antes de rodar o animar, los artistas crean las secuencias plano a plano, determinando el ritmo, la emoción y la coherencia visual. “Sin story no hay película ni serie”, afirma con rotundidad. Este proceso no solo define la narrativa, sino que puede transformar el guion, especialmente en producciones animadas donde el humor visual cobra protagonismo.
La industria española: entre el talento y la falta de estructura
España es el tercer país europeo en exportación de animación y sus producciones llegan a más de 150 países. Sin embargo, como señala Sáez, “no tenemos una industria consolidada”. Cada año se producen apenas cuatro largometrajes animados, una cifra insuficiente para absorber el creciente número de profesionales formados en academias y universidades.
Víctor López coincide: aunque los incentivos fiscales en Canarias, País Vasco o la Península han atraído productoras extranjeras, la propiedad intelectual (IP) de los proyectos suele acabar fuera. “Somos un país que genera IP, pero que no la mantiene. Necesitamos productores ejecutivos que entiendan los mercados internacionales y sepan financiar proyectos desde España”, advierte.
Formación y futuro: crear industria desde la base
López propone una solución clara: formar productores ejecutivos que comprendan tanto la parte creativa como la estratégica y financiera del negocio. “Hace falta gente que convierta una idea en una obra y mantenga su valor dentro del país”, señala.
El productor de Pocoyó insiste en que la experiencia es clave: “Esto no se aprende en las academias, se aprende haciendo, yendo a los mercados, negociando con Netflix o Disney”. Su mensaje final es optimista: España tiene talento, creatividad y capacidad técnica; solo falta aprender a transformar ese talento en industria sostenible.
Una lección para el futuro de la animación
El auge de películas como Robot Dreams o el fenómeno educativo de Loop demuestran que la animación española tiene voz y reconocimiento internacional. El desafío ahora es consolidar una estructura que retenga la creatividad y genere valor dentro del país. En palabras de Miñambres: «Lo importante es disfrutar del proceso y no esperar nada. La magia está en el camino».